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Los wearables nos transformarán en una fuente de datos

Los wearables son dispositivos electrónicos que se llevan puestos, como relojes o pulseras inteligentes. Tienen la capacidad de comunicarse con otros aparatos para transmitir la información que registran, con el propósito de mejorar la vida de los usuarios en diferentes aspectos. Forman parte del Internet de las Cosas que camina hacia un lugar en el que los electrodomésticos, los móviles, los ordenadores, las tablets y los wearables estarán conectados para sincronizarse, compartir información y realizar diferentes tareas de manera automática.
Es difícil discernir cuál fue el primer wearable inventado, pero diversos expertos consideran que el pionero fue un reloj de la marca Pulsar, lanzado en 1982, que podía almacenar 24 dígitos, siendo el primer reloj que tuvo una memoria programable.
Hoy en día, los dispositivos los wearables permiten almacenar una cantidad ingente de información que después se puede procesar, en el mismo dispositivo o transmitiendo la información a otro.
Las tecnologías wearables, que hace unos años estaban restringidas a usos militares o industriales, ya han dado el salto al consumo masivo, con aplicaciones en sectores como la salud (lentillas inteligentes, aparatos de cuidado de la diabetes, bodies de bebés que monitorizan las funciones vitales, ‘tiritas’ inteligentes…), deporte (pulseras de fitness, camisetas inteligentes, cámaras de monitorización), o el ocio (gafas con realidad virtual integrada, smartwatches…).
La mayor parte de los wearables del mercado están diseñados para llevarse en la muñeca, aunque también pueden llevarse en cabeza, torso, pecho, cuello, brazos, orejas… Pueden contar con múltiples tipos de sensores y formas, por lo que las posibilidades son infinitas.
Los retos de los wearables
El objetivo de los wearables es mejorar la calidad de vida de los usuarios, una voluntad que cada vez está más conjugada con la moda y la estética: es esencial que cada vez sean más ligeros y combinables.
Sin embargo, los wearables se enfrentan también a la objeción de un sector de la población que deriva del rechazo al ‘estar siempre conectado’. También son muchos los críticos que aducen que estos dispositivos pueden crear una excesiva dependencia tecnológica, que en realidad no son necesarios o que simplemente alimentan una dinámica de consumo.
Por otro lado, los fabricantes se enfrentan con sus propias barreras, como bajar los elevados costes de fabricación, conseguir una mayor carga de la batería o reducir la emisión de calor.
Sin embargo, el principal problema que preocupa a fabricantes y compradores no es otro que el destino de los datos que se recopilan: los usuarios exigen trasparencia, mientras que las compañías buscan perfeccionar barreras que impidan los robos de datos.
¿Pueden ponernos en peligro los wearables?
Cuando utilizas un wearable es posible que lo lleves contigo a todas partes. Por lo tanto, sabe todo lo que haces y dónde te encuentras en cada momento. Por ejemplo, hay quienes llevan una pulsera para registrar el ejercicio que realizan. Algunas personas tienen conectada esa pulsera a sus redes sociales y permiten que a diario estas publiquen el ejercicio que han hecho. A su vez, tienen activada la ubicación. ¿Cuál es el resultado? Que esa red social sabe a qué hora sales a correr, durante cuánto tiempo y en qué zona.
En este caso es probable que tú hayas permitido que el wearable utilice tu información para trasladarla a las redes sociales, pero también puede ocurrir que los datos se vendan o se roben y acaben en manos de quien no quieres.
Los wearables también pueden tener un reverso perverso en manos de las compañías. Por ejemplo, en EE.UU. varias aseguradoras de salud ya ponen como condición a sus potenciales asegurados que usen un smartwatch que controle su salud; u otras ofrecen ventajas a los clientes que compartan los datos obtenidos con los dispositivos, situaciones que despiertan el miedo que usen nuestros datos personales para cobrarnos más, o directamente, no prestarnos servicio.
En definitiva, los wearables ofrecen mucha información en forma de datos, y la información es poder, por lo que cada quién puede usarlo en su propio beneficio.

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